En una época dominada por los instrumentos tecnológicos, el caminar significa una práctica poderosa para el aprendizaje.
La educación tecnológica ha abierto un abanico de posibilidades para el desarrollo de destrezas cognitivas de las niñas y niños. El aprendizaje de las habilidades digitales llevado por la Informática es una de las bases de los programas académicos actuales, pues significan una gran parte del cómo los alumnos interactúan con su alrededor.
Esto puede llevar a la creencia de que prácticas no directamente relacionadas con el mundo digital suponen actividades meramente accesorias, es decir, que no tienen cabida en la forma en la que se aprende en el Siglo XXI. Por ejemplo, el aprendizaje de la letra cursiva, la escritura a mano o la mera lectura de libros físicos han pasado de ser estandartes del aprendizaje a hábitos entendidos como parte de la contracultura. En ese sentido, tal vez no hay práctica tan a menudo pasada por alto — incluso por la educación tradicional —como lo es la mera acción del caminar.
Caminar, naturalmente no es algo nuevo, pues los seres humanos caminaron erguidos incluso antes de pensar y de hacer. Sin embargo, el caminar en dos piernas fue la barrera evolutiva que cruzamos para volvernos homínidos, a diferencia de otros primates.
Caminar está profundamente relacionado con el cómo nuestro cerebro funciona. Cuando caminamos nuestro corazón se acelera, bombeando más sangre y oxígeno a nuestros músculos y cerebro, creando nuevas conexiones y crecimiento neuronal y mejorando la atención y la memoria. De hecho, se ha comprobado que después de caminar se puede mejorar en tests de ambas competencias.
Caminar no solo implica un impacto químico y fisiológico de los cual no nos damos cuenta, sino que también impacta el cómo nos comportamos y cómo pensamos mientras lo hacemos. Cuando caminamos a nuestro propio ritmo o sin objetivo aparente, nuestro cuerpo conecta nuestro humor con la velocidad de la caminata. Es decir, nuestros pensamientos, se sincronizan con nuestro caminar. Esta sincronización no es algo que exista de manera orgánica en otras actividades; al menos no de manera tan sencilla.
Debido a que nuestros pensamientos se conectan con nuestra forma de caminar y el caminar no exige concentración específica, contrario a cuando corremos o hacemos jogging, nuestros pensamientos e ideas son el foco principal de concentración; podemos darnos cuenta de detalles que no habíamos notado o llegar a conclusiones diferentes a lo usual.
Está comprobado que caminar por una arboleda, un parque o cualquier ambiente natural, favorece la atención y la relajación, mientras que hacerlo por un ambiente urbano nos lleva a un estado inmediato de estímulo y comprensión.
El caminar y el pensar han sido a menudo actividades ligadas a grandes personajes históricos que acudían a estas prácticas; no solo como hábito de relajación, sino como mecanismo primario de creación.
Según el escritor inglés Thomas de Quincey, el poeta William Wordsworth recorrió alrededor de 175 a 180 mil millas (de 281 a 289 mil kilómetros) en toda su vida. Además de un caminante incansable, Wordsworth también fue el escritor de el poema El Preludio, uno de los escritos más notables del romanticismo inglés, compuesto por miles de versos que describen la vida temprana del joven poeta y en los cuales, el caminar es pieza fundamental del nacimiento de su mente creativa.
De igual manera, el filósofo Jean-Jacques Rousseau basó parte importante de su teoría filosófica romancista en la acción del caminar. Lo mismo hizo el existencialista Søren Kierkegaard.
Además de que el caminar liga las ideas con el cuerpo y nos ayuda a pensar creativamente, también es un actividad social organizada y propositiva. Tal es el caso de las organizaciones de senderismo y escultismo dirigidas a niñas, niños y jóvenes, cuyos principios de desarrollo humano están ligados a actividades como la excursión y el contacto con la vida natural.
Este pensamiento de educación a través de la actividad física y el descubrimiento personal, es parte del currículo de la educación finlandesa; está presente en la arquitectura de los jardines de niños y guarderías de Youji no Shiro y es columna vertebral del método Montessori.
La actividad física expande y mejora el programa de aprendizaje. Aunque el caminar puede no llegar a ser parte de un modelo curricular, sí puede ser parte de nuestra vida de una manera más notable y sobre todo, de la vida de los más pequeños. Caminar 15 o 20 minutos diariamente les ayudará a entender puntos de vista diferentes a los que están acostumbrados, incluyendo la conexión con ellos mismos.
Aunque las habilidades digitales son fundamentales en la educación moderna, no debemos dejar atrás prácticas y hábitos tan humanos como escribir a mano o caminar, pues nos invitan a reflexionar quiénes somos, lo que aprendimos y lo que nos falta por aprender.
Fuentes y referencias.
Jabr, F. (2014, septiembre 14). Why Walking Helps Us Think. The New Yorker. https://www.newyorker.com/tech/annals-of-technology/walking-helps-us-think
Reynolds, G. (2018, octubre 31). Even a 10-Minute Walk May Be Good for the Brain — The New York Times. https://www.nytimes.com/2018/10/24/well/move/exercise-brain-memory-fitness-cognitive.html
Solnit, R. (2015). Wanderlust : una historia para caminar (Andrés Anwandter, trad.) Santiago de Chile: Hueders.